lunes, 31 de marzo de 2008

EL ARTE DEL MAL GUSTO

¿Hasta qué punto puede considerarse arte? ¿Ha de condenarse por vulgar? La vulgaridad es un fenómeno social real, al igual que la perversión. Si arte es sólo aquello que produce una sensación agradable, podría condenarse. Pero, ¿qué es el arte? ¿No es una forma de expresión? ¿Acaso tenemos legitimidad para condenar nada, únicamente por una cuestión tan subjetiva como es el gusto? ¿En una sociedad democrática como la de hoy?

Considero que se ha de medir el arte en base a un parámetro diferente: el grado en que el autor consigue implicar al espectador. Si el objetivo es producir desagrado, e incluso vulgaridad, quien mejor sepa transmitirlo también puede producir arte.
No se puede condenar una producción sólo por el gusto, te parezca más o menos artística, porque la opinión está completamente sujeta a los fenómenos sociales actuales, y al estrato de la sociedad al que se pertenece.


El arte “kitsch” surge de la misma mezcla entre lo sofisticado del detalle y lo grotesco, lo cotidiano con lo desagradable. Lo que caracteriza este tipo de arte es su bajo costo.
Este nuevo movimiento artístico llega también al cine, podemos encontrar un ejemplo claro en muchas escenas de películas de Pedro Almodóvar. La búsqueda de producir desagrado, de forma brusca e incluso burda, sucia; pero sin dejar de relatar una situación real, más o menos verídica. Supongo que, en cierta manera, el “kitsch” logra traspasar la pantalla para transmitir los sentimientos más desagradables por medio de escenas antiestéticas.


En este marco analizaré lo Kitsch en los medios de comunicación, específicamente en el programa del canal Caracol, También Caerás en su sección “Timbre Aquí”.
El presentador recorre el país con una papayera, serpentinas y mucho ruido. Casi siempre visita barrios de estratos bajos. Los habitantes del sector desean que el animador timbre en su casa, para así poder acceder a beneficios económicos en el pago de tres recibos de su hogar, siempre y cuando respondan correctamente a tres preguntas sobre la programación del canal Caracol.
Mientras transcurre el concurso los acompañantes de la delegación de También Caerás, se burlan de los concursantes, les echan serpentinas y papalillos en la boca, se mofan de sus vestuarios y hasta de la casa en que habitan.


Sin embargo, a las personas participantes parece no importarles, puesto que aunque los ridiculicen ante todo el país, les pagan el recibo si responden bien, en otras palabras, es un acto grotesco de manipulación, en donde los participantes saben lo que deben aguantar y están dispuestos a hacerlos por dinero.
El anterior es un ejemplo muy claro de lo que está sucediendo con los programas televisivos donde lo ridículo es lo que más está vendiendo.
El arte Kitsch está presente en todas partes, en el tablero del bus saturado de peluche y la imagen del Divino Niño a un costado, en las baratijas hechas de plástico y bisutería metálica falsa o de fantasía, en escenografías y hasta en gastronomía.


Amalia López, docente de la materia de Historia del arte en la Universidad de Guadalajara define al Kitsch como “todo aquello que parece ser, pero no es”, “un arte anacrónico que fusiona elementos artísticos ya establecidos para darles una formación con recarga sentimental, cursi... un arte sucedáneo”, arte que ella incursiona a un contexto en dónde se cuestiona su valor como arte.
El Kitsch está presente en el ambiente; respiramos, vemos, creamos y “consumimos” Kitsch. Pues hasta las sopas instantáneas sin valor nutrimental están consideradas dentro de lo Kitsch si la sometemos a “todo aquello que parece ser, pero no es”.


El Kitsch sea arte o no, recae en la subjetividad... pero lo que sí podemos decir con seguridad, es que el Kitsch es parte de nosotros pues lo vemos (y comemos) hasta en la sopa.

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